Caminar, era una de las cosas que disfrutaba, aunque estar rodeado de despreciables humanos no era muy agradable, la noche ea oscura y se podía sentir en el ambiente la humedad que anunciaba que prontamente comenzaría a llover, además de que la temperatura del lugar comenzaba a bajar considerablemente.
Situación que me alegró, ya que espantaba a los humanos como la luz a las cucarachas que pasean en una cocina, yo continuaba avanzando aún ya estando completamente empapado, hasta que me encontré con el famoso edificio que tenía la capacidad de limpiar sus culpas, y garantizarles un pase premium al spa después de la muerte, giré mi rostro hacia arriba unos instantes, notando que era en extremo alto, sin embargo antes de entrar a pasear me encontré en las escaleras un chico llorando, me paré frente a él, mirando como ni siquiera se inmutaba por mi presencia.
-No se supone que deberías de llorarle a la escultura de allá adentro para que te perdoné?- sonreí con saña
-¿O esperas que él salga a recogerte?-
Me carcajee y después seguí mi camino, adentrándome en el "sagrado" recinto,abriendo de par en par las enormes puertas con solo un pequeño empuje de mi mano, para cubrirme del agua, ya que aunque no me causaba frío, enfermedad u otras molestias, odiaba estar empapado como en ese momento me encontraba, en el pasillo habían pequeñas cruces y adornos de blancas flores, los cuales iban cayendo "accidentalmente a mi paso, provocando un sonoro ruido gracias al eco en el vacío lugar.
Hasta que llegué al altar, el cual despeje de los estorbos que había sobre el mismo, sentándome en este, mientras silbaba una canción y sacaba un cigarrillo para encenderlo en uno de los enormes sirios que intentaban iluminar el lugar, empezando a fumar tranquilamente.